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En busca de una meta

Muchas personas no han tenido la oportunidad de tener una educación formal. Por ello en algunos lugares del país se trabaja para terminar con el analfabetismo.

“Cuando uno va a la capital debe utilizar las letras y los números”, dice don Faustino Gutiérrez, agricultor del caserío Javillal, San José El Golfo, Guatemala, quien a sus 68 años aprende a leer y escribir. De pequeño no tuvo esa oportunidad, ya que debía trabajar y además la escuela quedaba muy lejos.

Él es parte de las 256 personas que están por salir del analfabetismo en esta comunidad. Su municipio es uno de los 37 que luchan por bajar los índices de analfabetismo por debajo de 4 por ciento. Hoy hay menos de mil personas que no saben leer ni escribir en cada uno de estos municipios. “En estos lugares se ha venido haciendo un trabajo muy calladito, pero muy constante”, explica Ilda Morán de García, secretaria ejecutiva del Comité Nacional de Alfabetización (Conalfa).

En Guatemala, según datos del Conalfa, hay un millón 661 mil 665 personas analfabetas de 15 años en adelante, edad a partir de la cual se les considera como tales —21.05 por ciento—. Las cifras son alarmantes, y por ello en algunos lugares se han propuesto erradicar el problema, aunque a veces eso signifique luchar como quijotes contra molinos de viento.

Persistencia y decisión

Entre los obstáculos por derribar por parte de los estudiantes está compartir sus responsabilidades diarias con el aprendizaje de las letras y los números. Es por ello que, aunque la mayoría de grupos son de 20, a las aulas a veces llegan ocho o 10.

Josefina López Gómez, maestra de un grupo en San Antonio Aguas Calientes, Sacatepéquez, empieza su clase con tres estudiantes; conforme van pasando los minutos, le da la bienvenida a doña Daniela, doña Pancha y Carlos, a quienes les dice: “Saquen su cuaderno de matemáticas y copien lo que está en la pizarra”. Josefina comenta que “ellos —sus alumnos— hacen su mejor esfuerzo por asistir. Si por algún motivo no pueden, tratan de ponerse al día”. El grupo se encuentra en la segunda fase, lo que significa tercero y cuarto grados. Ese día aprendían las medidas métricas.

Doña Gabriela Hernández tiene 49 años. De niña solo estuvo un año en la escuela; a pesar de que quería estudiar, la situación económica de su familia se lo impidió. Hoy toma parte del tiempo de su labor como tejedora para aprender; con la venta de tejidos mantiene a su familia. “El tiempo y la convicción de saber que leer y escribir es un medio para acceder a otra situación; es importante”, dice Ilda Morán.

No solo leer y escribir

La enseñanza a los alfabetizados no incluye solo lo mínimo —letras y números—. El Conalfa cubre hasta sexto primaria. Los procesos tienen un seguimiento para llevar a los participantes hasta tercero básico o carreras técnicas, aprovechando programas como telesecundaria, escuelas abiertas y el Instituto Técnico de Capacitación y Productividad.

“No se puede solo enseñar a firmar o poner el nombre, porque si se hace solo eso puede firmarse hasta su pena de muerte”, asegura Morán. Según el especialista en Educación de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), Juan Fernando Díaz, la alfabetización debe permitir capacidades que puedan dotar a las personas de autonomía; no se trata solo de aprender a leer y a sumar. “Hay que dotarlas de independencia, para que crezcan en otras cosas”, afirma. Por ello, aunque ciertos municipios esperan ser declarados libres de analfabetismo por la Unesco, el especialista asegura que no se puede hablar de un índice internacional para declarar a un territorio libre de este problema.

Se necesita un estudio completo para determinar si se han creado condiciones complejas para vencer el analfabetismo en determinado territorio. “Si el recurso humano tiene las destrezas básicas para enfrentarse a las cosas, la alfabetización es el primer paso. Los responsables deben formular políticas públicas incluyentes, encaminadas al acceso del empleo y actividades productivas”, refiere.

Ingenio y motivación

En este proceso de enseñanza, así como los estudiantes, los alfabetizadores también enfrentan sus problemas. Ellos se ingenian varias cosas para motivar a sus alumnos a que persistan en el aprendizaje, para que cumplan con las metas.

En San Juan Tecuaco, Santa Rosa, en la actualidad hay 4.03 por ciento, lo que representa 209 personas, de una población de siete mil 895. “Los mantenemos interesados al enseñarles —además de leer y escribir— algún oficio, como panadería, artesanía en tul o bambú, canastos, petates”, explica Mynor Velásquez, director del Conalfa en Santa Rosa.

La secretaria del Conalfa da otros ejemplos, como el de San Diego, Zacapa, donde lograron que les donaran pacas de ropa, de la cual le dan una prenda a quienes no faltaban a clases durante un mes. En otros lugares han sido alimentos, obsequiados por organizaciones no gubernamentales. “Se trata de vincular al aprendizaje algo que le dé resultados inmediatos al aprendiz, algo productivo”, dice Morán.

La creatividad también involucra trabajar con pocos recursos. Del Conalfa tiene un presupuesto de Q156 millones para este año, pero hasta ahora solo ha recibido Q99 millones 700 mil. Eso no ha impedido seguir enseñando. El Comité tiene varios sistemas que se han adaptado a las características y necesidades de las poblaciones, donde utilizan cartillas y guías. En Sacatepéquez, al no contar con suficiente material, años atrás decidieron implementar su método, al que llaman Estrellita, basado en tarjetas que elabora el alfabetizador, “en donde se involucra al alumno, pues este aprende las letras con mímicas y canciones”, cuenta María Antonieta Reyes, directora del Conalfa en ese departamento.

Las fichas son hechas de cartón, muchas de estas recicladas de alguna propaganda o anuncios de diversos productos; a los estudiantes se les da cuadernos y lápices del Conalfa.

“En algunos municipios se recibe el apoyo de los alcaldes, el cual es importante y hasta fundamental”, destaca Ilda Morán. Hay quienes se han comprometido a erradicar el analfabetismo de sus regiones. Un ejemplo es San Antonio Aguas Calientes, donde el alcalde Carlos Agusto Hernández considera que la educación es la llave del desarrollo. “Trabajamos un proyecto para dotar de lotes a personas necesitadas, pero para recibirlos deben comprometerse a estudiar”, asegura.

En San José del Golfo, el alcalde Elzer Palencia asigna un presupuesto especial de la comuna para pagar a alfabetizadores, para que estos busquen y enseñen a aquellos que no saben leer ni escribir. El programa se vuelve más costoso cuando hay menos participantes, y además se da la dispersión. Se vuelve casi de atención personalizada. “Mi propósito es erradicar el analfabetismo”, asegura el jefe edil.

 

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